NOSTALGIA

Imaginarte entre pliegues del espacio. Sentirte como arena entre los dedos. Entender que hoy ya es el pasado de nuestro futuro. Y que cada estrella que se asoma en la noche, es tan inalcanzable como tu corazón encojido. 

Hemos acorralado a la relación en un oscura habitación donde el aire no se renueva. No conseguimos abrir las ventanas adecuadas para que una corriente de aire fresco se lleve nuestras diferencias.

Aunque en medio de un espacio donde todo parece expanderse, todavía veo frágiles hilos de luz que convergen en nuestras miradas.

No me fío de la oscuridad porque no sabemos cuando desaparecerá, pero sí de la noche porque sabes que tarde o temprano le sigue el día. Y así ha sido desde el comienzo de los tiempos. Y así ha sido nuestra convivencia. Como si de una ley natural se tratara sobre la que ninguna fuerza humana pudiera modificarla. A la noche le seguía el día y al día le seguía la noche. Pero algo cambió. Como si la relación se hubiera embarcado en pleno invierno al Polo Norte, donde la oscuridad se hizo casi permanente y no encontrara esa luz al día siguiente que le daba un respiro vital. Ella no estaba en condiciones para hacer ese viaje, y allí el frío la envolvió entre sus brazos.

Quizás le queden fuerzas viviendo de recuerdos cálidos y logre aguantar hasta que llegue la luz que vaya debilitando los gélidos brazos de un frío mortal. Quizás los ciclos entre la luz y la oscuridad sean demasiado largos allí donde descansa la relación. Quizás la relación es capaz de soportar viajes más largos de los que sospechamos.

Mientras tanto, te sigo imaginando entre los pliegues del espacio y sintiendo como arena entre los dedos. Y tu corazón encogido sigue siendo mi estrella lejana.