No sé si a todo el mundo le sucede, pero últimamente veo con más asidiudad la gran diferencia entre lo que la gente dice y lo que realmente hace. No me gustan mucho los refranes pero estos días se me vienen mucho a la cabeza el de "Del dicho al hecho hay un trecho".
Ejemplos cotidianos los tenemos en el mundo laboral donde ves realmente esta gran diferencia. Puede ser normal considerando que nos pasamos muchas horas con nuestros compañeros de trabajo mientras nos tomamos café en las pausas, comiendo juntos y formando corrillos variopintos donde cada uno, con el paso del tiempo, logra imaginarse con cierto detalle el estilo de vida de cada componente en el grupo. No sólo nos imaginamos la vida ajena sino que nos atrevemos a juzgar, generalmente cargados de razón y con ejemplos clarividentes, siguiendo esa necesidad social de tener una opinión sobre cualquier cosa como signo de nuestra capacidad de análisis e ideas claras sobre cualquier situación.
En cada etapa de nuestra vida tenemos distintas expectativas y en función de que vayamos consiguiendo éstas o "fracasando", vamos modelando nuestra realidad disfrazando los "fracasos" y aceptando como mejor opción las alternativas que nos quedan o que parecen realizables. Por supuesto, aquellas opciones que vemos difíciles de conseguir, pasan a ser opciones no deseadas y, en caso de necesidad, totalmente criticables por el que las consiga. ¿Hasta que punto somos conscientes de estas actitudes?
En un intento de búsqueda de razones que puedan explicar estos comportamientos, me encontré por casualidad con las teorías del insigne filósofo Jean Paul Sartre. Sartre era un defensor a ultranza del existencialismo, que, de forma somera, encuadra bajo esta corriente a las personas que son completamente responsables de los actos y consecuentes con las decisiones que libremente van tomando en cada momento de la vida. Es decir, asumir la responsabilidad de la elección dejando a un lado la cultura del culpar a otros en lugar de nosotros mismos. Aparte de todo esto, el existencialista asume con naturalidad que la existencia humana es vana y absurda, pero, a pesar de todo, es capaz de comprender y aceptar esta realidad. Es decir, gente honesta consigo misma que actúa de forma coherente con su pensamiento. Y aqui está el quiz de la cuestión, que actúa de forma coherente con sus pensamientos honestos. En la parte opuesta está el tan extendido comportamiento que se aleja de este postulado. Es lo que Sartre denomina "mala fe". Básicamente, la "mala fe" es como una vía de escape que nos ofrece excusas convenientes para hacernos la vida cotidiana más soportable. Es decir, la incapacidad de vivir asumiendo la plena responsabilidad de nuestras decisiones.
Hoy en día la "mala fe" creo que está muy extendida en la sociedad, donde siempre busca excusas a su situación y desvirtua la realidad para ajustarla a su vida particular. No siempre somos como creemos que somos porque, como diría un existencialista, no somos auténticos.
Nunca fue tan dificil como en los tiempos que corren ser auténtico. Nunca fue una condena tan penosa para el hombre el poder elegir su destino.
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